Si te tienes que morir, que sea en Hong Kong. Pero si tienen que detenerte, también. Durante estos últimos dos días la policía ha desalojado el campamento de manifestantes pro-democracia de Mong Kok, el distrito comercial de la ciudad. Los taxistas llevaban desde que empezaron las protestas quejándose de no poder circular por Nathan Road, una de las arterias principales de Hong Kong y darles la razón fue la excusa perfecta para empezar el desalojo.
Durante la primera noche se produjeron detenciones y cargas policiales, pero lo que desencadeno de nuevo la indignación ciudadana fue la detención el miércoles por la mañana de los líderes estudiantiles. Cinco horas después de que los equipos de limpieza acabaran de desmontar las barricadas y se reabriera la circulación al tráfico, las calles estaban llenas de personas exigiendo el sufragio universal y con la intención de reocupar Mong Kok. Esa segunda noche se ha saldado con 148 detenidos y varias personas heridas.
Lo que me chocó no fue la asistencia masiva a la llamada de los líderes estudiantiles: ha sido habitual durante estos dos meses que las calles ocupadas se llenaran o vaciaran en función de los horarios laborales. Me chocó otra cosa. En España, la mayoría de la gente corre cuando empiezan las detenciones. Los más valientes y los amigos de quien está a punto de ser arrestado se quedan para intentar que no lo detengan, pero el resto huye para no ser el siguiente (tal vez se deba a una actitud mucho más agresiva por parte de la policía, pero no viene al caso).
Ayer vi muchas detenciones, pero vi muchas más detenciones fallidas. Cuando la policía acorralaba a un manifestante por entorpecerle el paso o desafiar a la autoridad, automáticamente decenas de personas se acercaban y rodeaban la escena para grabarla y para gritarle al policía que esa persona no había hecho nada. Le pedían que le soltara, le gritaban que sólo se estaba manifestando y le recordaban que cualquier abuso de fuerza sería grabado y compartido en las redes. En muchos casos, el policía soltó a la persona sin pedirle siquiera la documentación y la dejó irse. Aquí lo tienen claro: todos a una.