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Si te tienen que detener

Mong Kok, 26 nov

Una mujer sostiene un paraguas amarillo ante el cordón policial

Si te tienes que morir, que sea en Hong Kong. Pero si tienen que detenerte, también. Durante estos últimos dos días la policía ha desalojado el campamento de manifestantes pro-democracia de Mong Kok, el distrito comercial de la ciudad. Los taxistas llevaban desde que empezaron las protestas quejándose de no poder circular por Nathan Road, una de las arterias principales de Hong Kong y darles la razón fue la excusa perfecta para empezar el desalojo.

Durante la primera noche se produjeron detenciones y cargas policiales, pero lo que desencadeno de nuevo la indignación ciudadana fue la detención el miércoles por la mañana de los líderes estudiantiles. Cinco horas después de que los equipos de limpieza acabaran de desmontar las barricadas y se reabriera la circulación al tráfico, las calles estaban llenas de personas exigiendo el sufragio universal y con la intención de reocupar Mong Kok. Esa segunda noche se ha saldado con 148 detenidos y varias personas heridas.

Lo que me chocó no fue la asistencia masiva a la llamada de los líderes estudiantiles: ha sido habitual durante estos dos meses que las calles ocupadas se llenaran o vaciaran en función de los horarios laborales. Me chocó otra cosa. En España, la mayoría de la gente corre cuando empiezan las detenciones. Los más valientes y los amigos de quien está a punto de ser arrestado se quedan para intentar que no lo detengan, pero el resto huye para no ser el siguiente (tal vez se deba a una actitud mucho más agresiva por parte de la policía, pero no viene al caso).

Manifestantes graban mientras la policia intenta detener a una persona

Manifestantes graban mientras la policia intenta detener a una persona

Ayer vi muchas detenciones, pero vi muchas más detenciones fallidas. Cuando la policía acorralaba a un manifestante por entorpecerle el paso o desafiar a la autoridad, automáticamente decenas de personas se acercaban y rodeaban la escena para grabarla y para gritarle al policía que esa persona no había hecho nada. Le pedían que le soltara, le gritaban que sólo se estaba manifestando y le recordaban que cualquier abuso de fuerza sería grabado y compartido en las redes. En muchos casos, el policía soltó a la persona sin pedirle siquiera la documentación y la dejó irse. Aquí lo tienen claro: todos a una.

Hong Kong es Hong Kong-es

Hong Kong es una ciudad de contrastes. Hong Kong es una ciudad de desigualdades. Hong Kong no es una, son muchas ciudades. Aquí viven 7,2 millones de personas y la esquizofrenia urbana les permite coexistir compartiendo un espacio aunque cada uno lo pise, lo viva, lo sienta diferente.

Hong Kong es la ciudad de los hongkoneses que viven en un barrio cualquiera de la península de Kowloon, que comparten casa pequeña con muchas personas, que trabajan mucho y muy duro y que asumen que las expectativas de un vida mejor no son algo que les valga la pena tener.

Hong Kong es la ciudad del expatriado que viene, trabaja aquí durante cinco años,se beneficia del sistema de impuestos y se va. Se va sin saber una palabra del idioma que habla la gente de aquí, sin haber visitado los barrios en los que habita la gente de aquí y sin importarle lo más mínimo cómo vive la gente de aquí porque se ha pasado todo este tiempo en un piso pagado por su empresa de una zona lujosa en la isla de Hong Kong y comiendo en restaurantes occidentales.

Hong Kong es la ciudad de la mujer filipina que vino buscando una vida mejor y que trabaja de «helper» en casa de uno de los expatriados. Que trabaja seis días a la semana sin horarios, limpiando, cocinando, cuidando a los niños, haciendo todo lo que se le pida… Por unos 500 euros al mes. Algunas duermen en casa de quien las contrata, pero quién sabe si a ellas les toca levantarse a media noche para hacer algún recado.

Hong Kong es la ciudad del portero que trabaja de noche a los 69 años porque no hay pensiones y ya nadie lo quiere contratar como carpintero porque es muy viejo. Que duerme en una tumbona de piscina en el rellano de una escalera  y que cobra diez euros por doce horas de trabajo.

Hong Kong es la ciudad en la que hay más multimillonarios del mundo, 15.400. La tasa de paro en 2012 estaba alrededor del 3% y aquí viven los cuatro hombres más ricos de Asia. Pero una quinta parte de la población, un millón trescientas mil personas, viven por debajo del umbral de la pobreza. Y todos, todos ellos, pisan las mismas calles, viven en la misma ciudad y sienten el mismo cemento. Aunque para algunos huele diferente.

¿Mid-Autumn qué?

Una vez, una profesora del instituto nos preguntó sobre el motivo por el que durante la Semana Santa no se debía comer carne roja. Nadie lo supo. Mis lazos con la religión católica son conflictivos (y mi relación con la carne es prácticamente nula), pero igualmente me sentí completamente inculta y pensé que este tipo de cosas forman parte de la cultura de la que provengo. Y debería saberlas.

Fire Dragon Dance en Tin Hau

Fire Dragon Dance en Tin Hau

Durante estos días en algunas regiones de Asia se celebra el Mid-Autumn Festival, una fiesta marcada por el calendario lunar y famosa por los faroles de colores con velas dentro. Se celebra la unión de la familia y los amigos y se reza por salud, fortuna o buena suerte. Las personas se reúnen para cenar en la víspera y comparten comida, sobre todo los famosos mooncakes: unos pastelitos muy dulces parecidos al mazapán y que pueden ir rellenos de yema de huevo o de muchas otras cosas. Es habitual hacerlo en las playas o en los parques rodeado de velas y faroles. En las calles hay representaciones de Fire Dragon Dance (un dragón muy largo hecho, en este caso, de incienso que corre y baila) y música. Hasta ahí todo bien, pero… ¿Por qué es tan importante el farol? ¿Qué representan los mooncakes?  ¿Y los dragones? ¿Por qué la luna llena del quinceavo día del octavo mes según el calendario chino y no otra?

Decoración de Victoria Park, Hong Kong Island

Decoración de Victoria Park, Hong Kong Island

Ayer me paseé por Victoria Park preguntando. Nadie lo sabía. Nadie. Todo el mundo comía mooncakes, todo el mundo estaba rodeado de velas, todo el mundo había ido a ver al dragón correr, pero nadie sabía por qué. Después de buscar en internet, he descubierto que no se sabe demasiado bien el motivo por el que se usan los faroles y que el origen de la tradición es incierto. Los pastelitos tienen significados contradictorios en función de quien los explique y sé mucho sobre colores y tipos de dragónes, pero no sobre su origen. La fecha está clara: es el momento en el que la luna es más redonda y está más lejos de la Tierra.

He decidido rendirme después de dos horas delante de la pantalla. Quién sabe, a lo mejor algún día lo encuentro. A lo mejor algún día alguna de las personas a quien pregunté lo busca. Y lo encuentra. Y lo cuenta.

Perros y rascacielos

lamma (4)Hoy por primera vez he visto perros, sin correa, en la calle. Hoy he visto vegetación, sin jardineros que se encarguen de que los setos tengan la medida exacta, en estado puro. Hoy he visto pueblos, sin rascacielos, donde las casas no tenían puerta. Hoy no he visto grandes avenidas, ni Starbucks, ni vendedores de relojes falsos, ni autobuses, ni motos, ni coches. No hay coches en la isla de Lamma, hay personas que caminan por sus trece kilómetros cuadrados como si el bullicio de Hong Kong estuviera mucho más lejos, como si la media hora de ferry fueran dos en avión. 

  Aunque el paisaje se ve roto cuando pegada a una playa aparecen las chimeneas de una fábrica, el verde de las plantas salvajes y la arena prácticamente vacía lo arreglan. Casi no hay bañistas locales y los pocos que se atreven a meterse en el mar lo hacen en manga larga. El agua es verde, muy opaca, y a unos metros de la orilla hay redes que impiden posibles ataque de tiburones. ¡Y yo que me quejo de las medusas en el Mediterráneo…!lamma (9)

En los pueblecitos de la isla es come pescado, fresco, fresco. Tan fresco que cuando lo pides sigue vivo. La calles están llenas de peceras (cada restaurante tiene por lo menos cuatro) y de mesas con turistas, aunque estos últimos no son demasiados. ¿Souvenirs? Pocos. ¿Sensación de estar en una región con una densidad de 6544 habitantes por metro cuadrado? Ninguna.

He venido a estudiar, ¿no?

Llevo casi dos semanas en Hong Kong y hasta ahora no he hecho prácticamente ninguna referencia a la universidad, ¡vergüenza debería darme! A pesar de que llevo una semana paseándome por ahí, arreglando papeles, participando en tours por el campus, descubriendo la piscina y las cafeterías, las clases empezaron ayer. Y yo he venido aquí a estudiar, ¿no?

Yo soy una de esas exchange student privilegiadas que sólo tiene clase tres días a la semana. Entre el martes, el miércoles y el jueves hago doce horas de clase. Y eso es todo. Vaya tía, pensaréis, se pira cuatro meses a vivir la vida loca y no va a hacer prácticamente nada. Yo también lo pensaría, pero la verdad es que estoy convencida de que voy a aprender mucho más fuera de la universidad que dentro y de que mis fines de semana de cuatro días tengo que explotarlos en conocer sitios y personas que me aporten y me llenen.

En cuanto a la City University de Hong Kong, es enorme. Comparada con la Pompeu, por lo menos. Los estudiantes hongkoneses dicen que es bastante pequeña y le llaman la «Shity» (de shit, mierda en inglés), es posible que a lo largo del semestre descubra por qué pero de momento no tengo ninguna queja: dentro del campus hay centro médico y dentista, piscina por cuatro dólares (40 céntimos de euro) al día, jardines en los tejados de los edificios a los que puedes subir a descansar, cafeterías con comida oriental, cafeterías con comida occidental, cafeterías con comida oriental y occidental, kebabs…

Mi facultad, el Creative Media Centre

Mi facultad, el Creative Media Centre

Mi facultad está en el Creative Media Centre, el edificio más alejado de todos pero también el más moderno. Está construido de forma asimétrica y dentro tiene espacios enormes dedicados a los platós de televisión, los estudios de radio y las salas de edición de vídeo. Se rumorea que hay una sala llena de videojuegos a la que puedes ir en tus ratos libres a jugar, pero ya la buscaré para comprobarlo.

De momento las clases han empezado bien: es muy divertido darle la vuelta a tu pupitre y que aparezca la pantalla de un ordenador; es muy divertido que en la clase haya una pizarra de cristal y dos proyectores; es muy divertido que el profesor tenga dos ordenadores en su mesa y explique utilizando fragmentos de películas de Hitchcock y westerns de Clint Eastwood.

Aquí y a la vez en cualquier parte

Hace unos días tuve una sensación muy rara que me ayudó a sacarle otro punto de encanto a la ciudad.

Un grupo de estudiantes de intercambio de la universidad y yo quedamos para ir a Victoria Harbour a ver el Skyline de la isla de Hong Kong desde Kowloon (la zona continental).  Eran las ocho de la tarde y desde la Avenida de las Estrellas, basada en el Paseo de la Fama de Hollywood, podía verse el mar y todos los rascacielos iluminados. A esa hora empieza cada día un espectáculo en el que las luces de los edificios se mueven al ritmo de la música que suena a través de unos altavoces situados en la bahía; a la vez, una voz explica qué hay en cada uno de ellos y da la bienvenida a los miles de turistas que hay allí concentrados. Realmente, cuando ves aquello te sientes como si estuvieras en Nueva York.

Cuando terminó, buscamos un sitio para cenar y acabamos en un restaurante indio rodeado de otros restaurantes indios, todos ellos frecuentados por personas indias. Comimos genial en una mesa formada por personas de más de cuatro países diferentes. Todos hablábamos sobre comida típica, sobre cómo funciona la política en nuestro país, sobre los lugares que habíamos visitado y sobre el impacto cultural en general.

Contraste: naturaleza, religión y construcción

Contraste: naturaleza, religión y construcción

Después de cenar nos reunimos con un grupo aún más grande de estudiantes de la universidad y fuimos a un club de jazz. Resultó ser un bar australiano con cervezas de diferentes partes del mundo y resultó también que en nuestra mesa había personas de más de diez nacionalidades diferentes. La música empezó a sonar: una banda formada por filipinos y hongkoneses, con cantante occidental. Pasamos allí unas cuantas horas escuchando y conociendo gente, presentándonos y explicando de dónde veníamos y qué estudiábamos. Hasta que alguien que volvía de fumar en la calle abrió la puerta mientras yo miraba hacia allí.

Cuando desde mi silla vi al otro lado de la calle un cartel luminoso con caracteres chinos me sorprendí. Madre mía, pensé, hasta ahora no he recordado que estoy en Hong Kong. Podría haber estado en cualquier otra parte del mundo. Me decepcioné un poco, creí que a la ciudad le faltaba personalidad, pero luego me di cuenta de que eso era más bien una virtud en lugar de un defecto: la ciudad es como es la gente que la habita. Es contraste. Llena de todo pero a la vez vacía para que se pueda seguir llenando, Hong Kong permite a sus habitantes y turistas sentirse aquí y a la vez en cualquier parte.

 

 

El puerto de los aromas

Hong Kong (aunque en realidad es la Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China) tiene un pasado complejo donde el colonialismo, la guerra y la dictadura interaccionan para acabar creando a finales del siglo XX un sistema político curioso: el bautizado como Un país, dos sistemas por Den Xiaoping. Antes de entrar a analizar la sociedad, la política o la cultura de Hong Kong he preferido informarme sobre su historia y sobre los motivos que explican que hoy sea uno de los grandes núcleos comerciales del mundo.

La isla de Hong Kong, antes una zona habitada por pescadores, se convirtió en colonia británica después de la Guerra del Opio, a mediados del siglo XIX. Años más tarde, Gran Bretaña conquistó la península de Kowloon y consiguió que se le cediera una porción más de tierra: los Nuevos Territorios. Sin embargo, el acuerdo incluía que se le devolvería a China la soberanía 99 años después: en 1997.

A partir de ese momento, refugiados de la China continental fueron llegando a Hong Kong, huyendo del hambre y la guerra. A medida que aumentaba su población, aumentaba también su importancia en el comercio mundial. Fue la segunda Guerra Mundial (seguida de la revolución comunista) quien acabó de provocar la migración de ciudadanos chinos a la colonia, así como de fomentar la creación del núcleo financiero.

En los años ochenta, debido al choque que supondría adaptar repentinamente la economía, la política y la sociedad hongkoneses a las de China, Gran Bretaña cedió el territorio, pero (eso sí) acordando que Hong Kong mantendría su sistema durante cincuenta años más. Fue así como se aprobó la Basic Law, que básicamente define el territorio como soberano excepto en asuntos exteriores, que es competencia china.

En cualquier caso, hasta el 2047 Hong Kong va a seguir siendo un híbrido entre los sistemas políticos, un sistema capitalista dentro de uno comunista. Un territorio que es y no es Estado y en el que vive un altísimo porcentaje de extranjeros, muchos pertenecientes al mundo de las finanzas y el comercio. Es un espacio muy vivo, en constante mutación. Por eso su nombre no ha dejado de tener sentido: Hong Kong significa «el puerto de los aromas».

con los pies en el suelo

taxi urbano

taxis rojos (urbanos) en Causeway Bay, Hong Kong Island

Después de casi 24 horas de viaje, los más de 30 grados de temperatura y el altísimo porcentaje de humedad te reciben como un tortazo en la cara. Los taxis son de diferentes colores en función de la zona en la que trabajan y los taxistas no hablan demasiado inglés; si esto lo combinas con una persona que lleva muchas horas sin dormir y que en ese momento no sabe ni dónde tiene el

norte, el resultado a la hora de hacerte entender es de lo más curioso.

Cuando llegué, mis problemas de comunicación no terminaron con el taxista, ni de lejos. De hecho, comparto mi habitación de hostal  con ocho chicas, ninguna de las cuales habla ni inglés ni mandarín. Por eso, cuando les pedí infinitas veces que dejaran de hacer ruido, que estaba intentando dormir, no me hicieron ni caso. Debe ser el motivo de que me parezca tan pequeña.

Después de una breve crisis al estilo «Oh, dios mío, qué estoy haciendo aquí sola. No voy a aguantar, quiero irme a casa», me di una ducha y salí a la calle. No sabía lo que era sudar hasta que pateé por Hong Kong en pleno agosto. No sabía lo que era morir de frío hasta que entré en un restaurante, en el metro, en una tienda de Hong Kong en pleno agosto. Intento no imaginarme el gasto que supone tener el aire acondicionado a 17 grados en todas partes.

Al igual que mi llegada al hostal, mi primera comida con palillos fue un auténtico desastre. Sentada sola en un banco cerca del Victoria Park, comiéndome unos noodles a las tres de la tarde que resultaron picar una barbaridad y que fui incapaz de terminarme: no sé si me vencieron los palillos o la insensibilidad en la lengua. En cualquier caso, fue en ese momento en el que me di cuenta de que estaba muy, muy lejos de casa.

Una vez que asumí dónde estaba y gracias a la ayuda de personas que me ayudaron viéndome un poco perdida,  me puse a caminar. Hong Kong sorprende en todos los aspectos: parques metidos entre rascacielos, salidas de metro que dan a un centro comercial, publicidad (mucha y muy luminosa) y, sobre todo, gente. Después de una primera impresión empañada por el cansancio y los nervios, estoy dispuesta a acostumbrarme a las fish balls, a los ríos de personas y a la muestra más grande de consumismo que he visto. Ahora necesito un piso.

Preparados, listos…!

Faltan menos de 48 horas para subirme al avión. Mientras voy haciéndome a la idea de que esto está a punto de empezar, sigo sin piso, sin visado, sin tarjeta de crédito, sin dólares hongkoneses y con la gran duda: ¿tengo el tiempo suficiente en Londres para cambiarme de aeropuerto sin perder el vuelo?

En realidad no es esa mi única preocupación. El peso de la maleta, su contenido, los retrasos, las pérdidas de equipaje, las trece horas de vuelo, la comunicación con el taxista, la habitación del hostal que compartiré con ocho personas, los pisos que visitaré y en el que me quedaré, la universidad, las clases… Los cuatro meses que pasaré en Hong Kong. Sin embargo, como era de esperar, el miedo y los nervios se mezclan con una agradable sensación de emoción y aventura. Escribir el blog será, por un lado, la ayuda que después mantendrá mis recuerdos frescos. Por otro, será la manera de mantener al día de mi viaje a quien pueda estar interesado en él; pero también será un entrenamiento más para aprender a transmitir y a hacer que otros vean lo que yo veo sin haber estado aquí.

Los textos, las fotos y los vídeos serán herramientas para documentar cómo es desde mis ojos el Skyline desde Kowloon, la isla de Lantau, Macao o los Nuevos Territorios. También podré hacerme una idea de cómo es uno de los núcleos financieros más importantes del planeta, de cómo se vive en una de las brechas de desigualdad social más pronunciadas del mundo, cómo se siente una situación política distinta a las que estamos acostumbrados en Europa y cómo es una sociedad compleja y culturalmente rica que en occidente se tiende a simplificar con un «Chinos, koreanos, japoneses, vietnamitas… ¡Son todos chinos!»

Preparados, listos…!